martes, septiembre 05, 2006


REVISTA PLENILUNIO No. 4
Junio de 2005
34 páginas
Tamaño : 24x11 cms

Contenido :

Homenaje a : Jorge Isaacs
Poemas de :
Ana María Múnera
Alejandro Astorquiza
Gloria María Medina
Juan Camilo Herrera
Milton Fabián Solano
Rubén Rodríguez



JORGE ISAACS
LIRA VALLECAUCANA EMPOLVADA
Cali, 1837-Ibagué, 1895


Por : Leopoldo de Quevedo y Monroy

Este escritor que el Valle del Cauca dio al mundo, como muchos coterráneos, tuvo sus glorias efímeras en vida, no compensadas con sus amargas decepciones. Ya la historia y las investigaciones han ido desatando la dimensión y la profundidad que lo hacen uno de los seres más interesantes que haya nacido en estas tierras feraces de cielos azules. Su cuna colombiana y caleña, no discutida, fue motivo de tristeza para él que la bañó en sudores, sangre y tinta:

Adiós, Cali, tan tierra tan famosa
tierra donde yo nací
que para otros eres madre
y madrastra para mi. (1)

Su ascendencia judía fue mirada con recelo y malquerencia por sus enemigos políticos y de pluma. Hombre recio y atrevido en todas las actividades que emprendió, demostró cuanto amaba a su tierra natal, a las regiones que lo acogieron y a su Patria en las lides de su alma de político idealista lideró. Siempre se entregó entero fuera para escritura, la política, la guerra o la investigación. Su debilidad fueron los negocios pues la ambición por el dinero no estuvo en el primer plano de sus intereses. A ello se debe que en sus últimos años mes las incomodidades económicas lo rodearan y minaran.. Sus haciendas La Rita, La Manuelita y Guayabonegro se esfumaron de sus manos quebradas y pasaron a otras más experimentadas. Ya los griegos en las tragedias presintieron para los grandes hombres un hado fatal.
Poseía la sensibilidad que necesita el ser humano para captar la esencia de la naturaleza, de la mujer y del corazón. No hay ser más inteligente que el poeta, capaz de descender hasta lo más
bajo y de penetrar hasta las profundidades más altas de la racionalidad y de la vida para descifrar el universo. Isaacs fue uno de ellos.

Desde que dio a luz a su María (/867), el mundo de habla hispana reconoció sus dotes de novelista \ también en vida fue reconocido como vate en los círculos literarios dentro y fuera del país. Sin embargo, pareciera que la luz radiante de su novela hubiera obnubilado su estro excepcional. Los libros de preceptiva y las antologías poéticas lo han minimizado y no le han reservado lugar al lado de nuestros mejores, sin que se quiera reclamar un orden de jerarquía entre ellos.

La investigadora y especialista de su obra, Maria Teresa Cristina estima que no son menos de 200 sus poemas (2). El recién desaparecido Femando Charrv Lara refiriéndose al fragmento conocido de Saulo (1881) lo cataloga como una de las más hermosas, misteriosas, maltratadas y desconocidas creaciones de la poesía colombiana. (3). Uno de sus biógrafos más documentados, Velasco Madriñán, relata que en el acta de la tertulia de junio 24 de 1864, catorce escritores de El Mosaico de la talla de José Maria Vergara y Vergara. José María Samper, José Manuel Marroquín, Ezequiel Uricoechea, Ricardo Carrasquilla, Salvador Camacho Roldán, Diego Fallon lo consagraron como poeta después de oírlo varias veces y cuando saborearon los manuscritos que leyó en esa ocasión, como Río Moro y La visión del castillo (4).

Pero que no sean los testimonios externos a su obra tos que exalten o recomienden la calidad y valor intrínseco de su poesía. Que sean sus propios poemas los que lo develen. Esta elegía, en su texto completo, -. que parece escrita hoy— podría ser un retrato en homenaje a nuestros vejados jóvenes:

LA TUMBA DEL SOLDADO

El vencedor ejército la cumbre
salvó de la montaña,
y en el ya solitario campamento
que de vívida luz la tarde baña,
del negro terranova,
-compañero jovial del regimiento-,
resuenan los aullidos
por los ecos del valle repetidos:

Llora sobre la tumba del soldado
y bajo aquella luz de tosco leño,
lame el césped aún ensangrentado
y aguarda el fin de tan profundo sueño.

Meses después, los buitres de la sierra
rondaban todavía
el valle, campo de batalla un día.
Las cruces de las tumbas ya por tierra,
ni un recuerdo, ni un nombre…
¡Oh!, no : sobre la tumba del soldado
del negro terranova
cesaron los aullidos,
mas del noble animal, allí han quedado
los huesos sobre el césped esparcidos.


Sin pretender hacer un análisis exhaustivo, en su poesía salta a la vista la tendencia romántica en que estaba inmerso y el uso profuso del hipérba­ton en boga desde el siglo de oro y que hizo céle­bre Góngora y Argote. Las terminaciones de las estrofas entretejidas en versos endecasílabos y heptasílabos permiten recordar la musicalidad del hexámetro griego y latino, especialmente los pies dáctilos finales combinados con el espondeo y el troqueo, impronta de la formación humanista acendrada de su época.

De sus observaciones de explorador y de su don poético, he aquí la muestra. Es un canto a las vivencias de su infancia. Su expresión es netamente lírica, sin que caiga en la descripción prosaica y narrativa, como sí lo afirma Mac Grady uno de sus críticos más conocidos (5). Su estruc­tura obedece los cánones de la octava real. Algu­nos versos, y aún el titulo, filtran la desazón que lo embargaba por las críticas acerca de su parentesco oriental:


RÍO MORO

Eres hermoso en tu furor: del monte
lanzado en tu carrera tortüosa,
vas sacudiendo la melena cana
que los peñascos de granito azota.
Y, detenido, de coraje tiemblas
columpiando al pasar la selva aftosa.

Las nieblas del abismo son tu aliento
que en leves copos despedaza el viento.


Como burbujas en tu manto llevas,
irán los soles sobre ti pasando
y te hallarán ¡os de futuros siglos,
como hoy, undoso, transparente y raudo.
No existirá ni la ceniza, entonces,
de mi, que rey de la creación me llamo
y, si guarda mi nombre el mármol frío,
lo hollará con desdén el hombre impío.

Más felices las flores de tu orilla
nacen, al aire su perfume exhalan.
Marchitas ya, se mecen en la espuma,
y, mil, más bellas, sus capullos rasgan.
Más felices tus ondas, al Oceano
van a gemir en extranjeras playas.
Y, yo, con mi ambición, pobre y proscrito,
de mi raza, infeliz, purgo el delito.

En la noche callada, ¿Soñé?, La vuelta del recluta, La oración, A Cali, La mañana del abue­lo, Los o/os pardos, La muerte del sargento, Tie­rra de Córdoba, Canto a la raza antioqueña, A­mar, Mayo, El primer beso, La tumba suya, El viejo soldado, Las liadas, La tumba de Belisario, Elvira Silva, Después de la victoria, Apiádate de mí, son algunos de sus poemas más conoci­dos.

Como Camilo, otra novela suya apenas comenzada, Saulo es una pieza inconclusa, mas no por eso menos preciosa muestra del alto vuelo de su numen lírico. Haciendo eco a las palabras de Charry Lara, el primer canto que se conoce del poema, puede ser la definición de poesía más extensa que linguista alguno haya jamás elaborado. Es la alegoría del drama del visionario y apasionado Saulo ante el esplendor de la palabra bella, “errabunda, indigente, sedienta y escarnecida” ¿Es aquí Isaacs aquí pintor del amor o de la mujer? ¿Hace una paráfrasis de la poesía a 1a mujer en la Biblia y en la historia? Este es el gran mérito : Su lenguaje es sugerente y universal y recrea o evoca muchas significaciones.

Es de tal profundidad, tan rico en imágenes y brillante pieza romántica que sólo se extraen en este ensayo algunos versos de las 30 estrofas, para inducir al lector que acceda al Canto I completo:

Me la figuro en ti y la comprendo.
Arcángel y mujer, casta y ardiente,
Safo en el alma, Débora en la mente,
con el amor humano enamorada...

y en el éter la busca el pensamiento.
¿Suspirabas? ¿Hablé? ... ¿Silbó en la brisa
que del velamen desplegó las alas?
Qué acallados sollozos, Heloísa,
¿Qué de su seno y de su regazo exhalas?
¿Es que tu amante corazón la nombra?
¿Eres ella? ¿Es su sombra
la que en mis brazos anheloso estrecho
al comprimirte así sobre mi pecho?

En ti, santa poesía, fe sin nombre,
confidencia de ángeles al mundo,
columna luminosa en el desierto,
fuente de Horeb brotando en el camino,
donde la ansiosa humanidad abreva
amor y vida y esperanza nueva.

... En esta inmensidad lo inmenso cabe.
En abismos sin fondo,
aquel dolor cruelísimo y tan hondo
que compararlo el alma nunca sabe.

... Perdona que delire:
¿No deliro de hinojos,
sumiso esclavo de tus negros ojos?
“Sed tengo”, sed de amor que en ti se calma:
no niegues de mis ósculos tu llanto,
¡sacia esta sed que me devora el alma!.

…Al rodarse la veste que desata
la mano temblorosa,
¡Qué deidad!
Del remanso en lo profundo
se estremece el peregrino.
¡Para qué fue creada tan hermosa!

Mirándola revuelan los alciones
¡Qué susurros y olor en el ambiente!
El bosque la resp ira...
Nimbo el rayo le da del sol poniente.
la soledad en éxtasis la mira.

Sí, Isaacs es un poeta cuya musa injustamente ha debido permanecer escondida en los cofres deeruditos y en portales de internet. Como lo prefiguró su contemporáneo Bécquer, la lira que “permanece cubierta de polvo en el rincón, la poesía de Isaacs, espera unas manos y unas bocas que sepan arrancar su melodía”. Así lo registró ese último terceto de La corona del bardo:

El amor inmortal hace inmortales
y, al llegar del sepulcro a los umbrales,
coronas... ¡ay! me sobrarán espinas. (6)

PLENILUNIO ha querido rendirle un homenaje y desenterrar un poco una belleza muy guardada y no gozada.



Bibliografía utilizada

(1) VELASCO MADRIÑÁN, Luis Carlos. Jorge Isaacs. El caballero de las lágrimas. 2ª. Ed. Cali: Litocencoa. 1987, pág. 88
(2) Citada en: Jorge Isaacs (Colombia). Biografías. Internet.
(3) VÁSQUEZ ZADWASKI, Carlos. Saulo. Poema de Jorge Isaacs. Prólogo. Cali: Centro Editorial Universidad del Valle. 1993
(4) VELASCO MADRIÑÁN, Luis Carlos. Op. Cit.
(5) MAC GRADY, Donald. Citado por CRISTINA Z., María Teresa. En La poesía de Jorge lsaacs. Revista 9 Casa de Poesía Silva. 1996. Pág. 215
(6) ECHEVARRÍA, Rogelio. Antología de la poesía colombiana. Bogotá: Áncora. 1997, pág. 131

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