Busto del escritor Pío Alberto Ferro Peña cuyo nombre lleva el Colegio donde nació el encuentro en 1980. Se encuentra en la casa del poeta José Joaquín Casas cerca al Parque Julio Flórez.
Monumento que levantó la Ciudad de Chiquinquirá en homenaje al poeta Julio Flórez. En su honor el Parque lleva su nombre.
Escritor Alonso Quintín Gutiérrez, quien organizó por primera vez el Encuentro de Escritores, como Rector del Colegio Pío Alberto Ferro Peña y nuevo Quijote y visionario.
Raúl Ospina Ospina, periodista y Presidente de la Fundación Cultural "Jetón Ferro", locutor, director y alma de la organización del Encuentro Internacional de Escritores casi desde su inicio y lo ha sostenido con tesón y amor por la ciudad y por las Letras.
Los escritores se confunden con jóvenes estudiantes y encabezan el desfile al rededor del hermoso Parque Julio Flórez Manuel Boix de España, Rina Tapia de Guzmán, de Perú Pedro Manuel Rincón. Atrás Isabel Crooke, de Inglaterra, José A. Vergel y José Luis Díaz-Granados.
En otro aspecto de la Mesa Principal los escritores Manuel Boix, Óscar Londoño Pineda, Rina Tapia, Astrid de Páez y su esposo Gustavo Páez.
Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Colombiano
Casi siempre lo he visto en mangas de camisa y desabrochado. Aunque en fotos lo he visto con saco y corbata como un galán gentil rodeado de cómplices sonrisas. He leído su prosa corrida y correcta, desprovista de adornos, dura y directa al mentón de lenguaraces y escondidos. He oído su lucidez y sorna en la radio y supongo que cuando responde o hace preguntas o cuando teje afirmaciones, de su lengua y de sus ojos salen luces rojas de peligro o de ironía. Lo he visto por TV en varios programas, columnas y entrevistas y su talante es el mismo. Cáustico, pulcro en el lenguaje, minucioso en el análisis, si se parara del asiento lo veríamos ir y venir como una pantera que busca la presa con antenas de felino.
Es el mismo del Titiritero, de Cóndores no entierran todos los días, de El Divino, de Las mujeres de la muerte, el que fue Gobernador, el que estuvo en cautiverio o cuya imagen aparece hoy como en holograma invisible ante nosotros. Álvarez Gardeazábal nació con una sola cara y no se la tuvo que lavar para hablar de lo humano o de lo sagrado, de política, de narcotráfico, de terrorismo, de la corrupción en el Estado. Su pluma ha corrido como los estafetas que lo han seguido, como el ojo artero que lo vigila, como los minutos insensibles cuando su palabra sale al aire. Su verbo sabe a látigo, a fuego, a lo que se cuece con sátira y a labio torcido en el sarcasmo.
El diapasón de su tono nadie lo ha oído desafinado ni medroso. Ni en sus libros, ni en los oficios que ha desempeñado ni cuando toma la palabra. Es un personaje seguro de si mismo y con eso ha bastado para que los amigos de la oscuridad y de lo ajeno no hayan podido destruir su verdad ni su morada. Él puede decir que vive a la luz del día y que siendo escorpión convive por la tarde con la voz de la luciérnaga. Es amigo leal de la literatura, de su tierra natal, del periodismo y gusta de la buena mesa. No tolera la falsa verdad a sus espaldas ni vestida de cruz o de reina de belleza o de copa de champaña.
Hoy, al celebrar los 30 años el plateado Encuentro Internacional de Chiquinquirá, por mano de su Director Raúl Ospina, ha convocado a todo este tropel de poetas, narradores y amigos del arte y la cultura a rodear de amistad y dar reconocimiento en Álvarez Gardeazábal, a uno de los baluartes de la palabra viva y de la historia de Colombia. Él la ha venido alzando desde los veinte años y ya ha doblado esa suma con sus obras y con creces ha probado rédito la brillantez de sus conceptos y la solidez de su escritura. Por él conservamos en la memoria las trapisondas de los gamonales, las historias necrófilas de bacanes cargados de narcodólares y las costumbres medievales de la escamoteada patria colombiana.
Su dedo no solamente señala sino que lo pone entre la llaga. No tiene cara de obispo ni mucho menos de “acólito enamorado del cura”, más bien, tiene aguijón de avispa. Sus amigos no son gratuitos, quienes lo llegan a conocer, lo leen y lo escuchan. En la otra fila están sus detractores a quienes pinta con decoro en sus escritos. Tiene una fama muy bien ganada de no dejar en casa títere con cabeza y así lo testimonian sus libros. Desde 1965 su tinta dejó la Piedra Pintada, se ensañó con su papá Uribe, dejó ver la Tara del papá, a su hermana Boba y a su monigote de Buda, puso en su tierra un bazar para feriar a los idiotas y hasta a El Divino lo lavó sin agua bendita.
No más los títulos de sus obras predicen tempestad y rayos y la melodía de su zampoña es bronca como salida del cuerno que tocaban los antiguos faunos para alborotar las selvas. El famoso libro negro donde estuvieron ensepulcrados los autores inauditos selló sus cerrojos con monseñor Builes, mas, de seguro, si viviera, a sus escritos que describen esta hipócrita sociedad, los llevaría con él hasta el infierno. Él sabe muy bien que en Colombia hay mucho pacato encubierto y que debajo de las cobijas hay todavía mamertos de cuidado.
Me imagino a Gustavo Álvarez Gardeazábal como en la fotografía de Alonso Garcerá en la contracarátula de La Resurrección de los Malditos. Mira al que llega con una sonrisa escéptica y burlona frente al portátil en que escribe sus diatribas. Está rodeado de libros, documentos y de fantasmas que suben y bajan por las paredes de su casa. Ahí está el irreverente e iconoclasta de falsos ídolos. Conserva el ritmo de su discurso en matemática parábola desde su primer libro. Y está pensando en la expresión exacta para desnudar en público un nuevo desmán oficial o al viejo caporal de esta tierra bendecida por el olvido y el rumbeo de las balas.
Por Gustavo Álvarez Gardeazábal
"No estudié periodismo ni esa cosa horrible que llaman Ciencias de la Comunicación. Jamás he trabajado de planta en un periódico o un medio impreso o televisivo. Solo he enviado columnas y publicado algunos artículos en diarios de provincia. Me asomé a hacer 10 mismo en la televisión en un programa increíble NON PLUS ULTRA que me permitía por la bondad de su dueño el nunca bien lamentado Rodolfo González hacer 3 minutos de comentarios grabados al sistema antiguo desde Tuluá y enviados por correo de aeropuerto a aeropuerto en aquellos pesados casettes. Después, por un corto tiempo, hice lo mismo desde Noticinco hasta que la censura atroz me impidió comentar las actividades del ejército nacional. No he sido entonces empleado de planta de ningún medio.No lo soy ahora cuando apenas si soy un contratista que trabaja desde su casa, transmito desde el estudio que me montaron en una de las habitaciones del hogar familiar en Tuluá y no tiene más diálogo con sus compañeros de mesa que el telefónico o del Internet. No puedo entonces sentar aquí, en esta ponencia, cátedra alguna que sirva a los periodistas o aspirantes a serlo, y mucho menos convertir en enseñanza este acumulado diverso de anotaciones al margen del oficio que desempeño.
Hacer La Luciérnaga para mí no es fácil ni solamente es el llegar al micrófono a las cuatro de la tarde a participar en una mesa diversa. El trasfondo de ese programa comienza todas las mañanas cuando a las cinco y media salgo a caminar y mientras camino acompañado de mis perros oigo radio, picando aquí y allá, revolviendo cadenas nacionales con emisoras locales del Valle, de Armenia y de Pereira que capto fácilmente desde mi finca. Llevo, obviamente mis celulares por si hay algún madrugador que quiere darme datos o comentarme a tan temprana hora la noticia o algún colega que quiere que sus oyentes oigan mis herejías en sus programas. Con ese panorama en la memoria, porque caminando no tomo ningún apunte ni grabo 10 que me parece resaltable, vuelvo a mi casa, me meto al baño y sigo oyendo noticias mientras me ducho y me afeito. Desayuno al pie del televisor viendo las noticias extranjeras del cable, CNN, televisión española, argentina y venezolana y me siento al computador a revisar primero mis correos, filtrar los informes que por esa vía me llegan y ajustar un plan de reconfirmaciones o averiguaciones más profundas de las noticias, informaciones y hasta denuncias que a veces me aparecen. Después a revisar los titulares de todos, absolutamente de todos los periódicos nacionales y de unos seis u ocho extranjeros que tengan página Web. De allí selecciono los temas que me causen interés o que crea pueden generarle inquietud o avidez a mis oyentes, los profundizo investigando más o leyendo otras versiones, si las hay y después los convierto en mis libretos. Ahí viene tal vez la labor más ardua de este trabajo diario, la de conseguir una o dos frases que en no más de 20 palabras me permitan condensar clara y contundentemente la noticia o el comentario que quiero divulgar. A veces, para poder concretar esa síntesis tengo que apoyarme en investigaciones telefónicas, llamando a los actores o afectados de la información que poseo para confirmar u oír la versión que ellos tengan del tema que los involucra. Allí se me gasta, casi siempre, buena parte del tiempo porque el solo hecho de que Gardeazábal llame a constatar un tema o a pedir la contravención de lo que yo conozco abre el boquete más impresionante del temor y las defensas o disculpas son siempre larguísimas. En otras oportunidades, cuando no llamo directamente a los actores o afectados sino que averiguo con terceros las versiones sobre el hecho, el alboroto se vuelve mayor porque casi siempre envían padrinos a tratar de bajar la temperatura o a remendar el roto que sabe que hicieron o estoy a punto de hacer visible. Lo cierto es que durante por 10 menos 5 horas de cada día ausculto la realidad nacional, me formo los criterios sobre las noticias y elaboro la versión que en la tarde doy a conocer en las diversas secciones del programa.
Quedan otras labores tan fundamentales como las que ya he descrito. La primera, la lectura de los libros que diariamente reseño y que obligan disciplinadamente a sacar varias horas del día, generalmente en la noche, antes de acostarme o los fines de semana cuando dizque descanso. Normal-mente hago la lectura de 5 libros por semana y como he sido y creo que seguiré siendo tan buen lector, 1o hago con rapidez y con ganas.
No soy adicto al llamado periodismo de investigación y mucho menos al deseo manifiesto que se vislumbra en Colombia de andar buscando delitos en todos los actos de los funcionarios públicos y en callarlos, por miedo a la pauta, de los funcionarios de empresas privadas. Aquí en este país se ha impuesto el convencimiento general que los únicos que roban son los funcionarios públicos y como las asustadurías que los investigan no parecen ser ni suficientes ni suficientemente castigadoras como lo quiere la opinión pública, las funciones de cortes supremas alternas o de fiscalías acuciosas paralelas las quieren desempeñar muchos periodistas muchas de las veces con una saña que jamás emplearían contra las empresas privadas, que también roban, también delinquen y sobre todo abusan.
Conjugar seriedad con humor, trascendencia con banalidad, entereza con humildad, tal vez sea el éxito de este programa. Allí es donde estoy yo todas las tardes para millones de oyentes en Colombia, allí es donde mi segundo apellido, sonoro por demás, entiendo, ha adquirido una inusitada importancia en el contexto noticioso nacional y me ha convertido en el referente de la verdad en una nación en donde a todos les da miedo opinar y a otros les da terror quedar sin con que vivir por andar diciendo la verdad. Ese soy yo, Gardeazábal, el de La Luciérnaga y así es como se hace ese programa."
Como acto final de la noche el grupo de danzas de la doctora Sandra García realizó varias presentaciones, como la Guabina Chiquinquireña
El escritor José Antonio Vergel Alarcón ofrece un homenaje a la vida y obra del Poeta radicado en Popayán Giovanni Quessep.
En primer plano, el poeta José Luis Díaz Granados escucha atento el homenaje que le brindó el Encuentro Internacional de Escritores por medio de las palabras del escritor Pedro Manuel Rincón
El artista chiquinquireño Eduardo Malagón Bravo hace entrega de una Placa conmemorativa al campeón de la Cultura en Boyacá y Chiquinquirá. Sostener una obra por 30 años es casi una quimera y sólo lo han logrado Don Quijote en el reino de Dulcinea y Raúl Ospina en la Casa de la reina de Colombia. Lo escolta su escudero Alonso Quintín Gutiérrez.
Llegó el momento de condecorar a personajes ilustres que duarnte estos treinta años han sostenido el reto y el ritmo de la Fundación Cultural "Jetón" Ferro. La dama de azul Nidia Villamil hace entrega del Botón del mérito para el escritor Leopoldo de Quevedo lo imponga sobre el pecho de una ausente
Al final de la jornada y con el frío que hacía afuera era bueno tomarse un coctel para conservar el calor de la fiesta de la palabra, el canto y la danza. Leopoldo de Quevedo, su esposa Gloria María Medina, Efraín Vergel y el dueño de la Casa, don Raúl Ospina Ospina.
Después de los homenajes, la música y las danzas vino otro coctel ofrecido a los escritores. Sonaron los bordes de las copas y la amistad entre los escritores, Julia Erazo de Ecuador, Jonathan Sánchez, Juan Carlos Vargas y Manuel Giraldo-Magil-
Ana Patricia Collazos es Ibaguereña, poeta y "canta el tango como ninguna". Por dos noches llenó los solos y esperas en los eventos mientras se cambiaban el maquillaje y los ajuares los artistas de la danza
El Conjunto Danza de los Andes que dirige el Maestro Servilio Peña se enseñoreó de los ojos y las palmas de los presentes con la pericia de las bailarinas y los niños.
Elizabeth Méndez, Yacqueline Forero y Rosalba García de la Fundación Cultural ·Jetón" Ferro también descansan y toman fuerzas en el desayuno con changia con leche, huevos y calado, pan y chocolete en el Hotel Sarabita que nos acogió solícito.
El escritor e historiador Javier Ocampo López fue homenajeado por el Encuentro Internacional de Escritores al llegar a su Trigésima edición
El Poeta e historiador boyacense Enrique Medina Flórez quien cautivó con su amena exposición y feliz memoria en el reconocimiento que el XXX Encuentro hizo de su larga y brillante obra
En la Mesa la Junta Directiva de la Fundación femenina de poetas de Chiquinquirá. En el recital estuvieron acompañadas las poetisas por Julia Erazo de Ecuador y Fanny Muñoz de Colombia
Los escritores hermanos José Antonio -arriba- y Efraín Vergel, abajo, leyeron cuentos de su producción
En las cercanías de la Estación del tren, y dentro de la camadería en el final del XXX Encuentro de Escritores, Isbael Crooke, Rina Tapia y Gloria María Medina con otras tres colegas de versos, abrazan un añoso árbol y le prometen defenderlos de las sierras y la indolencia del gobierno.
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